Bafreakci 2010: Putty Hill
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sábado, 10 de abril de 2010

Putty Hill

Putty Hill. EEUU, 2009. Dir: Matt Porterfield. En Competencia.

El inefable catálogo del presente festival introduce en la sinopsis de Putty Hill una máxima de Lebrero que dice algo así como "...por algo se inventaron los velorios". La respuesta freak y didáctica al suspiro de Lebrero indica que los velorios tal y como se conocen hoy día (dejando de lado el hecho de honrar y llorar al tomuer en cuestión) se impusieron para que no queden dudas de que el difunto de hecho está difunto y no está sufriendo catalepsia ó coma-cuatro ó cualquier otro estado extraño que lo despierte horas después de su muerte clínica en la desesperante situación de hallarse encerrado en un ataúd en situación six-feet-under, sin poder gritar ni escaparse.

Lamentaremos, pues, que el film de Porterfield no se detenga en ésa simpática característica del velorio. Por que el film en cuestión decide centrarse, con todo derecho, en otro mambo: El deceso de un muchacho por sobredosis y el transcurrir de sus afectos que aún siguen con vida y hallan en el velorio (y la previa del mismo) el caldo de cultivo perfecto para llorar, gritar, llamar la atención, quedarse chito, tragarse el llanto, dialogar, pelearse, pasarse un par de facturas mutuas, lanzarse miradas sugestivas y todos los etcéteras que ustedes deseén agregar, alejados de los atentos párpados (cerrados y pegados con La Gotita) del difunto en cuestión. Pispear dichas situaciones puede resultar atrayente para ciertos individuos, de modo que Putty Hill puede tanto agradar como pasar desapercibida ó generar encono, dependiendo del grado de despojo ó lejanía que encontremos en estas inevitables citas con la pompa de la muerte.

Todo el tiempo parecen inventarse nuevas formas de torcer una narrativa como sea con tal de cuadrarla en el nuevo pseudogénero docu-drama, si es que ya se lo puede autentificar como tal. Lo que sea necesario para salir de los lugares comunes hollywoodenses, esa parece ser hoy (al menos en gran medida) la premisa del cine independiente.

Aquí el autor llega al punto de entrevistar a los personajes de cuando en vez, si conocían o extrañan al ausente Corey, fallecido de sobredosis días atrás. Así, como jugando a entrometernos y a tomar distancia de ese lugar olvidado en el tiempo, vamos negociando con la cantidad de información a la que tenemos acceso y la cámara desaparece por momentos para ser testigos de hechos insignifcantes y edificantes a la vez, en la cotidianeidad de una familia devastada ya tiempo atrás de esta tragedia.

Cabe remarcar la similitud de estos pueblitos norteamericanos con muchos de los que aquí tenemos en el interior del país, o de la General Paz para allá. Lugares donde reina la desidia y los jóvenes parecen abandonados en un limbo, estancados, olvidados por la modernidad. Víctimas que aún acarrea probablemente un modelo de industrializacion fallido. Bajo este estado de cosas, familia disfuncional, ocho meses en la cárcel por posesion de marihuana y muerte de sobredosis ya no suenan a capricho argumental, sino a una aguda lectura de la realidad.

* * 1/2 / * * * *
(Daniel Celina / Fernando Motrel)